miércoles, 26 de febrero de 2014

La política y Freire

No quisiera dejar escapar febrero sin escribir alguna cosa. Pero he tenido un problema, no más, un problema tridimensional: cuando he tenido la ocurrencia me ha faltado la pluma o el tiempo. Cuando he tenido el tiempo me ha faltado la pluma o la ocurrencia. Y...  sí, cuando he tenido la pluma me han faltado la ocurrencia o el tiempo.

Pero, como digo, no quisiera dejar escapar este mes, y para ello hoy, en vez de decir lo que pienso voy a pensar lo que dicen. Lo que dice en este caso alguien sabio, alguien que se llamó Paulo Freire, alguien que pervivió a través de sus ideas. Una reflexión sobre la importancia de la voz y la justicia, un pensamiento integrador que busca y reivindica la grandeza de cada ser que componemos este mundo.

¿Os imagináis, (y en esta ocasión hablar de política es casi un off-topic) que en el Debate del Estado de la Nación de ayer dejan su violencia dialéctica y asumen la política como una labor que consiste en construir entre todos? Yo, hoy, no.

 ”Disculpe, señor -dijo uno de ellos-, que estuviéramos hablando. Usted es el que puede hablar porque es el que sabe. Nosotros no.”
(...)
 Lo que no tendría sentido es que yo “llenara” el silencio del grupo de campesinos con mi palabra, reforzando así la ideología que habían expresado. Lo que yo debía hacer era partir de la aceptación de algo dicho por el campesino en su discurso, para enfrentarlos a alguna dificultad y traerlos de nuevo al diálogo.
Por otra parte, después de haber oído lo dicho por el campesino, disculpándose porque habían hablado cuando el que podía hacerlo era yo, porque sabía, no tenía sentido que yo les diera una lección, con aires doctorales, sobre “la ideología del poder y el poder de la ideología”.
(...)
”Muy bien -dije en respuesta a la intervención del campesino-, acepto que yo sé y ustedes no saben. De cualquier manera, quisiera proponerles un juego que, para que funcione bien, exige de nosotros lealtad absoluta. Voy a dividir el pizarrón en dos partes, y en ellas iré registrando, de mi lado y del lado de ustedes, los goles que meteremos, yo contra ustedes y ustedes contra mí. El juego consiste en que cada uno le pregunte algo al otro. Si el interrogado no sabe responder, es gol del que preguntó. Voy a empezar por hacerles una pregunta.”
 En este punto, precisamente porque había asumido el “momento” del grupo, el clima era más vivo que al empezar, antes del silencio.
 Primera pregunta:
-¿Qué significa la mayéutica socrática?
Carcajada general, y yo registré mi primer gol.
-Ahora les toca a ustedes hacerme una pregunta a mí -dije.
Hubo unos murmullos y uno de ellos lanzó la pregunta:
-¿Qué es la curva de nivel?
No supe responder, y registré uno a uno.
-¿Cuál es la importancia de Hegel en el pensamiento de Marx?
Dos a uno.
-¿Para qué sirve el calado del suelo?
Dos a dos.
-¿Qué es un verbo intransitivo?
Tres a dos.
-¿Qué relación hay entre la curva de nivel y la erosión?
Tres a tres.
-¿Qué significa epistemología?
Cuatro a tres.
-¿Qué es abono verde?
Cuatro a cuatro.
Y así sucesivamente, hasta que llegamos a diez a diez.
 Al despedirme de ellos hice una sugerencia: “Piensen en lo que ocurrió aquí esta tarde. Ustedes empezaron discutiendo muy bien conmigo. En cierto momento se quedaron en silencio y dijeron que sólo yo podía hablar porque sólo yo sabía, y ustedes no. Hicimos un juego sobre saberes y empatamos diez a diez. Yo sabía diez cosas que ustedes no sabían y ustedes sabían diez cosas que yo no sabía. Piensen en eso”.